Mi primera semana en Köln podría ser una de esas series malísimas que pasan temprano en los canales de cable solamente porque ya la tenían comprada por alguna equivocación… ok eso es una exageración. En realidad sí fue una semana de interesantes descubrimientos que van desde mi paciencia en los aviones hasta el hecho de que acá los conceptos de amistad son algo bastante serio.
Mi viaje, mejor dicho odisea, hacia este lado del mundo auguraba un poco de complicaciones menores y es que todo parece ser «menor» cuando el vuelo no puede despegar porque le falla una computadora secundaria «que no tiene importancia». Me lleva Lufthansa. Tras esperar alrededor de 40 minutos en el avión ahora sí todo estaba listo… todo sí… todos no. Una señora se puso mal, que le pasó, no se… cómo se resolvió tampoco lo se. Lo que sí se es que nos retrasamos dos horas, la primera esperando la asistencia médica y regresando al punto de partida y la segunda esperando que hubiera espacio para despegar.
Finalmente el avión despegó y ya que había algunos vientos a favor recuperaríamos casi todo el tiempo. Mi vuelo llegó retrasado una hora y media para decirle al mundo «los alemanes también podemos no ser puntuales y se callan». Proseguí a buscar mi maleta… pasaron 5, 10, 15, 20 minutos y nada. De repente habían terminado de bajar. Mi maleta no estaba, había que ir a preguntar. Yo y mi alemán básico logramos darnos a entender para que (en inglés) me dijeran que ya que tenía conexión en tren mi maleta estaba en otro lado. Claro, yo obviamente iba a saber esto porque lo especifican en todos lados y porque cuando pregunte en el mostrador me lo dijeron… Pues ¡NO! para alguien como yo que no se va de fin de semana por Europa no es normal que si las maletas de todo el avión llegan a tal lado la mía llegue a otro punto.
Sigue leyendo →