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La bella vita abbastanza bella da essere vita – Jovanotti

Köln 13: Del clima alemán a los abrazos

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Quiero iniciar este post con algo que sale de lo más profundo de mi corazón: Pinche clima alemán. No lo odio, pero sí es muy pinche a veces o mejor dicho muy cabrón. Sucede que uno puede disfrutar de marzo con la primavera y la felicidad que la rodea. El sol me quiere, no hace calor, la vida me sonríe, en fin, todo es perfecto. Pero luego llegó  abril, que como dirían los alemanes, hace lo que quiere. Con este mes que siempre me ha dado un poco de «agh» regresaron las lluvias, los días en que el clima comenzaba un poco frío para que más tarde un helado fuera la mejor opción.

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Cabe recordar que el clima alemán nunca se ha distinguido por ser bueno, pero yo creo que por más que uno lo sepa no puede evitar que le afecte anímicamente. En Köln sucede algo muy peculiar, resulta que cuando llueve o está nublado las calles se vacían y la vida parece aburrida y triste. Pero hacen falta unos rayitos de sol y más de 15 grados para que los alemanes se transformen en seres extremadamente felices y con los que quieres pasar el resto de tu existencia. Salen, se sientan en una manta sobre un parque, hacen un picnic por supuesto con cerveza y comen helado… mucho helado.

Esta «tradición» de hacer un picnic con asado y toda la cosa hasta tiene un verbo: grillen. Salir a hacer carne y salchichas asadas para acompañarlas con vino, cerveza y alguna verdura es algo con una felicidad intrínseca. A mi me hace feliz tan solo verlo, lo disfruto en gran parte porque me recuerda a mi familia. Es ahí cuando comienza a revivir mi fijación por los abrazos. Ver todas aquellas personas reunidas para compartir la comida me parece tan maravilloso como nostálgico… a mi se me antoja ir y sentarme con algunos. Se me antoja un abrazo gigante de esos que en México abundan.

Dada esa fijación que yo tengo de abrazar a las personas, o como diría mi mamá, de invadir su espacio vital; me resulta bastante triste andar moderando mis expresiones físicas por acá. Salvo a ciertas personas con las que tengo un vínculo de confianza más grande yo aquí no puedo regalar abrazos como lo hago en México y peor aún, tampoco los recibo tanto. Ni modo. El problema más grande fue que ya «despierta» esa ilusión de abrazar a la gente no se me ha ido ni con toda la lluvia que me ha caído encima. Incluso puedo decir que mi condición ha empeorado y que ya me parezco al clima: voluble a más no poder.

Entre las lluvias de abril (que dicho sea de paso siguen en mayo) y la falta de abrazos uno comienza poco a poco a hacerse a la idea de comprar un oso de peluche gigante, un sweater pachón, un bote de helado de Ben and Jerry’s y envolverse en el edredón de la cama mientras se ve el diario de Bridget Jones y adopta a una almohada como compañero de cama. Pero esa opción definitivamente debe quedar resignada a las películas. Aquí me toca salir a buscar al propio sol con buen tiempo, lluvia o como sea.

 

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